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Columna "Chacaleo" Obispos michoacanos y el doble discurso

Manipulan lo dicho por el Papa Francisco para criticar al gobierno.

Se olvidan de la autocrítica.

La noche del domingo, los obispos de Michoacán hicieron un pronunciamiento inusual, por lo menos en los últimos años: encabezados por el cardenal Alberto Suárez Inda, los jerarcas católicos tocaron temas como el de la delincuencia, el bloqueo de carreteras, la interrupción de clases a los niños y adolescentes michoacanos, la escasez de fuentes de empleo, la desconfianza de las autoridades responsables de perseguir y sancionar los delitos y hasta afirmaron que “hay dolo y tolerancia con en delito de parte de algunas autoridades responsable de la procuración, impartición y ejecución de justicia”.
Es, sin duda, un llamado enérgico de atención a todos los niveles de gobierno, a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de Michoacán y en general a las autoridades, que, según ellos, no ha sido capaces de contener la violencia. Es un discurso plagado de críticas y donde se anuncian acciones, bien intencionadas para “fomentar la reconciliación, el diálogo y promover la paz”. Es un llamado, de la Iglesia Católica, a promover leyes e iniciativas ciudadanas, “que encaminen a resolver el grave conflicto que enfrenta la sociedad michoacana”.
Pero el documento carece de autocrítica fundamental en una sociedad con responsables y corresponsables. Los michoacanos todos, incluidos aquellos que dirigen a la Iglesia Católica, están obligados a reflexionar respecto a lo que han hecho y lo que han dejado de hacer para contener los conflictos sociales y la violencia.
Porque es muy fácil denunciar, criticar, destruir; pero no es nada cómodo enfrentar los problemas como antes los hacía la propia Iglesia Católica: con autoridad moral. El documento firmado por el arzobispo, obispos y obispos auxiliares, de Morelia, Apatzingán, Lázaro Cárdenas, Tacámbaro y Zamora, recuerda lo dicho por el Papa Francisco el 16 de febrero en la capital michoacana, cuando pidió a sacerdotes no resignarse ante el flagelo de la violencia y el crimen todo.
Pero no aclara que el mensaje del Santo Padre fue para ellos, para los sacerdotes que en mayor número se concentraron en el Estadio Venustiano Carranza. Fue a ellos, a los ministros del culto, a quienes les ordenó no resignarse y no refugiarse en sus templos. Fue a ellos, a los curas, párrocos, a los religiosos y religiosas, a quienes exigió no “atrincherarse en sus sacristías y en sus aparentes seguridades”.
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