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Columna “Claroscuro”

Vieja y gorda Constitución de 1917

A 100 años de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, para algunos críticos el horizonte de nuestra carta magna se avizora cada vez más desacertado, pues consideran que su amplio contenido se ajusta en demasía al denominador de lo obeso y lo veterano, es decir en el campo de lo obsoleto y lo arcaico.

Aceptamos que la concepción de una Constitución Política vieja y gorda es un pensamiento sustentado en la realidad, lo que no reconocemos, es que estas peculiaridades estriben en lo defectuoso o lo incorrecto, veamos porqué.

En la vida cotidiana hemos aprendido a observar la gordura como un aspecto que merece un calificativo negativo, la ideología de lo esbelto ha controlado nuestra concepción en lo referente a la estética física del cuerpo humano, creemos que este estado físico es siempre sinónimo de enfermedad, cuando en realidad los padecimientos corporales están orientados a afectar a todos los seres humanos sin distinción, para lo cual, la calidad de la nutrición de los organismos de las personas es el punto central en el cual gira el estado de salud de todos.

La obesidad pues, no siempre merece un calificativo dotado de negatividad, y menos aún, tratándose de un instrumento jurídico de la envergadura de una norma fundante. La amplitud de nuestra máxima ley, no es un defecto que perturbe su movilidad y sus relaciones con sus condescendientes leyes generales, reglamentarias, y secundarias, al contrario, esta extensión normativa cumple una función aclarativa excepcional, pues abarca cabalmente los universos dogmático y orgánico que una organización social estatal debe comprender.

Está gordura de la que hablamos, resplandece y se engalana cuando observamos el cúmulo de los derechos humanos reconocidos y garantizados expresamente por nuestra Carta Magna, que se amplifica con los concedidos en los tratados internacionales de los que nuestro país es parte, y que decir de los derechos sociales, de los organismos autónomos, el juicio de garantías y todo el engranaje económico e ideológico que le propugnan en su espesor de conciencia y sabiduría.

La sabiduría es una característica propia de lo viejo, una cualidad que frecuentemente en el desarrollo social sufre de abandono, de burla y de la indiferencia, ignoramos a nuestra Norma Suprema con lo hacemos con nuestros ancianos, los creemos anticuados, por tanto, quizás estemos destinados al espiral de lo desorientado, de lo errado.

Lo añejo contiene características únicas y exclusivas; la experiencia, la prudencia son cualidades generadoras de acciones completas e infalibles, que dotan a las sociedades de condiciones dignas y serviciales.

Vieja y gorda Constitución de 1917 es pues, una expresión calificativa encariñada al texto de textos de nuestro sistema que aspira a ser democrático, seamos atentos a la voz de la experiencia de esta gorda señora, enclavémosle instrumentos que le nutran y quitémosle sus exuberancias, seamos dignos discípulos de esta gran centenaria.
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